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miércoles, 21 de octubre de 2009

Mamarracho

Vuelve sobre el viejo mamarracho y lo escupe una y mil veces. Grita su nombre entre escupitajos. No termina de descifrar si es acaso su obra maestra o tan sólo la mierda de una noche más y su llanto. Se sacrifica por ella... en su mente de desata una tormenta y una guerra con armas de fuego y botellas rotas de bebida blanca y un verso que aun no plasma y el miedo de ahogarse entre su propia baba.
Decide escaparse y olvidar su sombrero. Sus pasos cautivan por efímeros y certeros. Tres mujeres le coquetean excitadas. Le suplican sexo; él se jacta de su don de entregarlo en tiempo y forma. Se revuelcan en distintos lugares y a distintas horas. Ellas se desesperan de satisfacción, un goce pleno las atormenta, un goce ajeno las ataca. Y todas gritan juntas, y reclaman más y más. Exigen lo que él no tiene y no es su nombre el que resuena. Se tocan entre ellas y son las gatas del otro. El artista se molesta... las caga a trompadas. Mejor que cierren la boca...
Y lo hacen... pero el silencio no aparece.
No eran ellas las que victoreaban al fulano. Esa voz que cantaba placer divino era por demás conocida.
¿Cómo pudo equivocarse así? Se pregunta él también. Y ya desnudo no importa más nada... y decide acelerar el paso. Está corriendo y está loco. Tiene antojos de que se note.
Y es cada vez más veloz, y más peligroso, y está más enfermo, y más celoso, y se choca contra y no esquiva y atraviesa porque abre y sube y llega y ahí está su puto sombrero y ni rastros de...
Se frustra instantáneamente, se seca el sudor. Muerde su labio y su boca pastosa comienza a llenarse de rabia. Llena entonces vuelve contra el viejo mamarracho y lo escupe una y mil veces gritando un nuevo nombre entre escupitajos.


Claudio

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